Recuerdos desde el corazón (III)
Más orgulloso que nunca
Han pasado diez años y parece que fue ayer. No he vuelto a ver la final ni le he prestado atención a las imágenes que han salido por televisión. No quiero hacerlo. Me niego. Prefiero seguir atado a los recuerdos y a las sensaciones que me quedan de aquel día de mayo en Glasgow. Todos los que estábamos allí sabíamos que sería un día especial. Nadie de nosotros tenía dudas. Era una final europea, uno de los sueños más grandes que puedes tener como futbolista.
Recuerdo los nervios de las horas previas y el apoyo que la afición nos dio en todo momento. Sucedió como un año antes en Madrid, en la Copa del Rey, y años atrás en Valencia. La gente nos esperaba al lado del campo y volvió a acompañar al autocar del equipo en los últimos metros hasta la entrada. Todos estábamos confiados de que no se podía fallar. Sabíamos que el partido no sería fácil pero había que jugarlo. Nos entregamos al máximo. Nos dejamos la piel en el campo. Peleamos con uno menos y plantamos cara. Fuimos siempre por detrás en el marcador, nos ilusionamos con el gol del empate en la prórroga y pensamos que lo más difícil ya estaba hecho. Luego pasó lo que pasó y no pudimos evitar las lágrimas. No tanto por nosotros como por la afición que se quedó helada bajo la lluvia.
Visto ahora, diez años después, es para sentirse más orgulloso que nunca del comportamiento de la gente. Nos despidieron en el aeropuerto de Glasgow y nos recibieron a las puertas de Montjuïc como si hubiéramos ganado y otra vez volvieron las lágrimas. Estábamos muy fastidiados, muy jodidos. Y esas palabras de cariño, esos gestos es algo que no podré olvidar nunca. Tenemos que darles las gracias a todos los que hicieron que sintiéramos el valor que realmente tiene este club y que nos ayudaran a vivir lo que vivimos. Fue una lástima y esa espinita sigue ahí clavada. Pero esto no se para y confío en que no tardemos tanto en conseguir una Copa que hace años que Europa nos debe.
Raúl Tamudo
Coordinador deportivo-institucional
La final que es va jugar a Barcelona
Va ser un dia molt mogut, inquiet, solucionant problemes amunt i avall, gestionant el partit a Barcelona i vivint amb nervis i tensió la gran final. Reunits a la Sala de Juntes de Montjuïc en els preparatoris a la prèvia del partit, el club necessitava que algú es quedés a Barcelona per coordinar l’afluència de 15.000 persones que s’esperaven al Palau Sant Jordi. Vam veure les cares dels companys i a tothom li feia molta il·lusió anar a Glasgow. A nosaltres també ens en feia molta, però ja havíem viscut les finals de València i Madrid.
El matí d’aquell dia 16 de maig vam haver d’atendre moltes incidents amb els vols cap a Glasgow. No era un problema del club, però com a club també havíem de donar la cara. Es va poder solucionar un dels avions, l’altre malauradament no. Gent que després vam veure al Sant Jordi amb la frustració d’haver pagat uns diners amb la il·lusió de veure al teu equip jugant una final. Amb el temps s’ha pogut arreglar, però en aquell moment ens va fer molt de mal a tots.
D’aquell partit, em quedo amb el magnífic comportament de la gent. Quan Jonatas Domingos va fer el 2 a 2 pensàvem que el Palau rebentava, literalment, d’alegria. Però quan vam arribar als penals, als més veterans ens va venir a la memòria la fatídica tanda de Leverkusen. Aquella sensació amarga de la frustració i la impotència. De tota manera, recordem amb molt d’orgull la magnífica temporada que vam fer tan a casa com a fora. Va ser espectacular; futbol, gols, resultats... De fet, vam perdre la final sense perdre cap partit.
De manera sentimental i especial, estava amb nosaltres el president de la Penya Blanc-i-Blava de Vilafranca, Francesc Sardà, que ens va deixar fa poc, patint tota la final al nostre costat. Quan va acabar el partit, la gent amb una gran correcció i una educació, va abandonar el recinte. Se sentia el silenci de 15.000 persones. Un silenci colpidor. Chapeaux per al comportament de l’afició.
Ens quedem amb la part positiva i, tan debò, puguem arribar moltes vegades a jugar finals com aquella. És el més gran que hi ha. I, aviat, ens tocarà guanyar-les.
Jaume Martínez (Responsable de Peñas) y Joan Martí (Departamento de Administración)
Un abrazo para siempre
26 de abril del 2007. Montjuïc a reventar. Un poderoso Werder Bremen enfrente. El inigualable Tamudo capitanea la ilusión de miles de pericos. Moisés, con un cabezazo inapelable nos hace soñar. Pandiani y Coro, nos llevan al éxtasis. 3-0. Normalmente, a mis 14 años y con una adolescencia a flor de piel, rehúyo tu abrazo. Pero ese día no hay edad que valga. Nos abrazamos como locos, chillamos y gritamos de emoción en nuestra butaca de la suerte en la Tribuna Superior del Estadio Olímpico. “Estamos cerca, papá, muy cerca”.
Coro y Lacruz certifican el billete a Glasgow en el Werenstadion. “Papá, tenemos que ir a Hampden Park”. Días de incertidumbre sin saber si tendríamos entrada para la gran final o no. Afortunadamente, fruto de tu insaciable pasión perica, consigues cuatro tickets a través de la Peña de Gracia.
Llega el 15 de mayo. El pequeño Borja con su cara de ingenua felicidad carga en su mochilita la ilusión de un niño de 10 años. Pol Llonch, amigo y exjugador del Espanyol B, actualmente en el Wisla de Cracovia, y yo, desatados por el ímpetu de la edad, pedimos permiso en el CE Europa para que nos podamos saltar un par de entrenamientos y desembarcar en Escocia. Tú, referente, comandas la expedición.
Aterrizamos en Glasgow, nos cambian de hotel, cogemos un taxi con el conductor más frenético y alocado que he visto en mi vida… Y, cómo no, cenamos en un McDonalds de Edimburgo. La mañana del día 16 pasa muy rápido. No tengo la misma sensación que un año antes en Madrid. Pero estoy feliz de ver a tantos pericos.
Recuerdo perfectamente la entrada a Hampden Park y nuestra ubicación exacta entre el córner izquierdo y la portería de Gorka. Adicto a la superstición, repito la misma liturgia que en la final del Bernabéu (misma chaqueta, misma bufanda, misma manera de sentarme…). Marca Riera. Corremos con Pol arriba y abajo de las escaleras y, esta vez, busco tu abrazo. Jonatas desata la tensión y llegamos a la tanda de penaltis. No los disfruto. Tengo una sensación extraña en el cuerpo. Hemos perdido. Desconsolados, pero con el orgullo del guerrero que cae batallando de pie. Pese a la derrota, recibo algunos SMS de apoyo desde Barcelona. Algo hemos hecho bien. Levanto la cabeza, te miró y nos abrazas. Un abrazo fuerte, silencioso y eterno.
Hace 10 años ya de aquel abrazo. “Volveremos, papá. Volveré a buscar tu abrazo”.
David Bley
Departamento de Comunicación