Ejemplo de superación
Mario Roque, protagonista de una charla con los chicos y chicas del fútbol base blanquiazul que padecen lesiones de larga duración
Se llama Mario Roque tiene 29 años y entra en el auditorio de la Ciutat Esportiva Dani Jarque con una enorme sonrisa. Maniobra con agilidad la silla de ruedas que le acompaña desde hace ya unos años y comienza una charla con la que logra el silencio absoluto y la atención permanente de toda sala. Para Mario es un relato más de los muchos que ya lleva para transmitir su experiencia en un pasado futbolístico marcado por las lesiones y un accidente de tráfico que lo truncó todo. Para sus oyentes, chicos y chicas del fútbol base del Espanyol que están pasando por las distintas etapas de una lesión de larga duración, es un relato de superación constante. Y sólo así pueden saber que Mario Roque era un joven delantero de 1.90, físicamente muy potente, con un futuro notable por delante, al que las lesiones de rodilla -“tuve hasta cinco operaciones, por distintos problemas”- nunca le intimidaron. Al contrario: le obligaron a esforzarse día a día por volver a competir y seguir ligado al fútbol, un deporte en el que podría haber sido un notable profesional.
Explica cómo fue superando todas las etapas traumáticas que tiene una lesión importante, cómo la constancia “y el no rendirse nunca” fueron su anclaje para no tirar la toalla ni en los momentos más duros. Cómo después de cada lesión hubo una etapa de recuperación en la que volvió a disfrutar, en distintos equipos, de nuevas oportunidades hasta que llegaba otro revés y otro paso por el quirófano. Hasta cinco veces. Pero su esfuerzo se veía premiado, otra vez, con nuevas oportunidades. Así hasta que un coche le arrolló mientras se desplazaba en moto.
Asegura que, durante los primeros días, pese a la gravedad del accidente, “tenía la misma sensación en el hospital que en cualquiera de las operaciones de rodilla que había tenido”. Sólo la cruel realidad de comprobar que sufría una grave lesión medular y que, desde entonces, su vida se reduciría a la movilidad de una silla de ruedas, le dejó especialmente tocado. Pero una vez más, pasada la fase de miedo y frustración, se mostró como ejemplo de superación, de perseverancia, de vivir el día a día. “Correr es volver a caer. Lo más importante es no tener prisa”, explica.
Hoy su rutina diaria pasa por ofrecer charlas con su experiencia y en entrenar y competir en tenis en silla de ruedas (empezó hace tres años sin haber cogido nunca una raqueta y ya está en el top 5 de España). En su cabeza ya tiene instalada la idea de participar en próximas ediciones de los Juegos Paralímpicos. A París 24 no llega, reconoce con una sonrisa, pero también con una confianza aplastante pensando en el futuro. De nuevo su chip deportivo toma la palabra para asegurar que “te tienes que enfocar en recuperar las ganas de volver a competir”, algo que, viendo como sonríe y se expresa, nunca ha perdido. “Es un regalo escucharte”, concluye Fran Garagarza, director deportivo, para agradecerle el tiempo que ha dedicado a los chicos y chicas del fútbol base blanquiazul y ofrecerles una nueva mirada cargada de entusiasmo para afrontar sus respectivas lesiones.