1-1: Empate en el Ciutat de València
El Espanyol se adelanta en el marcador con un gol de Puado, pero Dani Gómez cierra un partido desbocado en la recta final
Al Espanyol se le escapó un partido que tenía controlado y se marchó del Ciutat de València con la sensación de que mereció más premio. Tuvo ocasiones para haber sentenciado antes del final, pero también tuvo que ver cómo todo el estadio reclamaba un penalti, en los últimos instantes, por una caída en el área de Dani Gómez.
En cualquier caso, lo que se vio desde el principio del partido fue a dos equipos muy posicionales. Colocados con la idea de no perder su ubicación, de no perder la concentración, de no cometer errores. Para ambos, los tres puntos en juego eran un botín muy grande y tranquilizador, sobre todo, si se recordaba el correcalles que fue el partido de la primera vuelta (4-3, con alternativas en el marcador para los dos equipos). Y así se vio un partido cargado de tanteo, de dominio alterno, en el que las defensas tenían muy claro como anular al rival. El Espanyol sabía que, si dejaba metros libres y espacio para correr, el Levante le complicaría la vida. Por eso no hubo ocasiones claras en los primeros 45 minutos. Un punto de intranquilidad ante una falta que lanzaría Bardhi, una contra abortada con una caída de RDT dentro del área local que el árbitro disipó con un insistente gesto de que no era una acción punible y para el final un chut de Darder desde fuera del área que rozó el poste. Sólo eso.
Tras el descanso todo apuntaba a que el partido podría acelerarse. Darder encontró un pasillo interior para filtrar un buen pase a Puado y el delantero catalán no falló. 0-1. Poco después Vilhena cabeceó al palo y la pelota no acabó de encontrar un nuevo rematador. El Espanyol buscaba dominar, pero no acababa de encontrar la fórmula de traducirlo en el marcador. Al contrario, un despeje poco afortunado en el área pequeña posibilitó el remate de Dani Gómez para devolver las tablas al marcador. De ahí hasta el final, el partido enloqueció. Velocidad, imprecisión y vértigo impedían ponerle cordura a un partido que se llenó de nervios y se desbocó hasta el pitido final.