1-0: Sin suerte
El Espanyol acabó arrinconando al Valencia y estrelló dos balones en los postes, pero se fue de vació de Mestalla
Clásico en Mestalla. Uno de esos partidos repetidos una y otra vez a lo largo de la historia de la Liga. En una de esas tardes o noches que todo el mundo estaba pendiente del transistor y de las noticias que llegaban desde otros campos. Pero esta vez, con el escenario sin público y sin más gritos que los de los jugadores. Y hoy, en esta oportunidad, se enfrentaban dos equipos que no atraviesan sus mejores momentos, pero los dos en busca de una victoria que alivie su situación. Los blanquiazules trataban de consolidar una mejoría que no acaba de llegar en cuanto a acierto rematador, mientras que los locales, apuran sus opciones de intentar alcanzar una plaza europea la próxima temporada, justo en un año en el que apostaron por un bloque plagado de estrellas para garantizarse un hueco en la Champions, algo que ya no conseguirán. Sin embargo, los primeros 45 minutos permitieron ver que el Espanyol genera suficiente juego de ataque pero falla en el último remate. Le pasó a Wu Lei un par de veces, a Embarba después de una buena acción de Pipa y a RDT que, en un mano a mano con Cillessen, despejó con un manotazo propio de un portero de balonmano. Entre medio, en una contra, a Gameiro le bastó ganar la espalda de la defensa para superar a Diego López en su salida. Primera oportunidad y marcador a favor, algo que no habían conseguido antes los delanteros blanquiazules. Precisamente, poco después, Gameiro, en un calco de lo que había hecho antes, aguantó hasta el final y acabó asistiendo de tacón a Ferran, que apuntó muy lejos de la portería.
La segunda mitad comenzó con un Espanyol más entonado y decidido a buscar un mejor resultado. Embarba, en dos oportunidades, rozó el éxito. Su primer chut acabó ajustado al palo y el segundo, impactando con la base del poste. El equipo dio un paso adelante y fue ganando terreno al Valencia. Poco a poco se fue adueñando de la situación y Vargas sumó otra oportunidad que acabó estrellándose en el larguero, pero no hay manera. Demasiado infortunio otra jornada más.