“Sólo existen dos porteros: Zamora en la tierra y San Pedro en el cielo”
Mucho antes de cumplir los 18 años, cuando el fútbol comenzaba a implantarse socialmente, Ricardo Zamora (Barcelona, 1901-1978) ya había recibido encendidos elogios por sus asombrosas actuaciones con el Espanyol.
El mito, la increíble historia -incluyendo la extradeportiva- del sobresaliente meta blanquiazul, creció en las páginas de los diarios de la época, se perpetuó en la memoria de todos los que le vieron jugar y se transmitió como un legado generacional con el paso de los años.
Ricardo Zamora fue, indudablemente, el primer futbolista mediático y ‘glamouroso’. Su fama superó fronteras y enamoró a millones de aficionados, en Europa y en Sudamérica. Firmó el primer traspaso galáctico del fútbol español y sumó títulos, gloria y prestigio a una increíble carrera deportiva que se cimentó al cambiar sus estudios de medicina por el fútbol. A partir de ahí comenzó la leyenda.
Se convirtió en ídolo de masas, logró una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes con sólo 19 años, fue elegido el mejor portero del torneo y se hizo popular una especie de comentario cotidiano que reivindicaba que “sólo existen dos porteros: Zamora en la tierra y San Pedro en el cielo”. A lo largo de los años siguió sumando reconocimientos incluyendo a los italianos, los puristas futbolísticos del momento, que le enaltecieron como sólo ellos saben hacer con el apodo de ‘Il Divino’. Convirtió su boda en un acontecimiento mediático a gran escala. Participó en infinidad de campañas publicitarias de distintas marcas, desde moda masculina hasta la Coca-Cola. Protagonizó un par de películas, escribió columnas de opinión en un diario madrileño y tuvo que exiliarse en Francia en plena Guerra Civil. Pero eso da para otra historia increíble.
En aquellos años convulsos y de peripecias varias, ambos bandos dan como ciertas las noticias que distintos medios, en España y en Europa, publican sobre su muerte. Se le ofician misas y algunas crónicas incluso apuntan que la FIFA le dedicó un minuto de silencio póstumo en 1937. Sin embargo, huyendo de la guerra, Zamora desembarcó en Marsella en 1937 y poco después dio por finalizada su carrera deportiva en el Niza. En 1939, a punto de terminar el conflicto bélico español, regresó a Madrid para comenzar una nueva etapa como entrenador de éxito en un buen número de equipos de la Liga y convertirse en efímero seleccionador español.
Ídolo, referente, protagonista absoluto de los inicios del fútbol español hace más de un siglo, Ricardo Zamora protagonizó una vida de película, llena de anécdotas y de reconocimientos. En la memoria colectiva perdura que inventase la ‘Zamorana’ un inverosímil despeje con el codo o que, con su nombre, se premie año a año al portero menos goleado.
Su muerte, en septiembre de 1978, causó una enorme conmoción y sirvió para un reconocimiento póstumo, el homenaje y la despedida de los ciudadanos que visitaron la capilla ardiente instalada en el antiguo Estadio de Sarrià, donde se retiró definitivamente del primer foco futbolístico. Aquel estadio se convirtió prácticamente en su casa, su refugio y su oficina durante años.
Ricardo Zamora es historia y es recuerdo. Un recuerdo que aún perdura porque donde antes hubo fama y gloria ahora pervive la leyenda.
RICARDO ZAMORA MARTÍNEZ
(Barcelona, 21.01.1901/Barcelona, 08.09.1978)